
Cuenta con la impunidad de quienes se consideran por encima de la lógica ética y de la justicia justa sus "trajines" con dos adolescentes japonesas en el año 1967 en Tokio. Y se atreve a comentar que el crimen, como ha prescrito, puede contarlo.
¿Cómo puede prescribir un hecho de tamaña trascendencia? ¿Acaso Sánchez Dragó ha sido ya (y por eso lo cuenta) capaz de superar en su conciencia el tormento con el que habrá convivido durante tantos años? Espero. ¿Acaso sea el amparo en la edad la excusa para desbarrar de esa manera?
Hoy las letras se visten de negro, de tristeza. Por eso he querido representar tanta amargura con este punto negro enorme que petende simbolizar que quienes admiramos (¿admirábamos?) a este escritor, hoy, nos vemos obligados a denunciar tan miserables palabras.
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