rss
email
twitter
facebook

lunes, 14 de febrero de 2011

No por ello, mi amor

Amada mía:

Aunque Dios decidiese hoy, mi amor, llevarme ya consigo, y privar a mis ojos de alcanzarte en la mirada…; o privar a mis manos de rozarte con mi tacto la expresión de la locura que confunde nuestras mentes… Aunque hoy augurasen que mi tiempo está perdido y unos cuantos segundos se apilasen en las sienes arrastrándome al vacío… No por ello, mi amor, dudaría de quererte, de saber que en mi tiempo sólo habita tu latido. No por ello, mi amor, rozaría tu mejilla con los párpados manchados, ni mi boca dejaría de esbozar una sonrisa; o mis brazos de abrazarte… No por ello, mi amor, decaería en cómo soy si te tengo aquí a mi lado.

Pensaría, tal vez, la fortuna de encontrarte deambulando entre los siglos; los instantes del amor que anduvimos de la mano; las caricias más sinceras en la piel de nuestros cuerpos; los silencios de amantes bajo el brillo de la luna; el calor de tu cuerpo encendido sobre el mío; los pasitos primeros de los hijos que me diste…

Soñaría, quizás, con la espera en el reencuentro en la estela del camino, donde todo fuese amor, amistad de estar contigo.

Ansiaría, tal vez, el final de la existencia por tenerte entre mis brazos, y quemarme en el deseo de saber estar contigo. Sin dudarlo ni un instante cambiaría mis segundos por un beso de tus labios; cegaría mis pupilas por la luz de una mirada.

Si hoy, por fin, me dijesen que mi tiempo está vencido y se va diluyendo como gota de rocío que desciende la mañana desde el tallo de una flor… prendería en mis manos un atillo en silencio de miradas sinceras, de sonrisas al viento, de caricias y mimos, de los besos que alaron la pasión a destiempo…

A tu lado, mi amor, he alcanzado la luna. He sabido quién soy y he sentido la noche abrazada a mi cuerpo. He sabido vivir la amistad del amor que es amor verdadero. A tu lado, mi bien, he entendido la vida; comprendido la muerte, ese paso final que asumí al conocer la bondad de tus ojos.

Si me muero, mi amor, cuando roce la luna las hendijas del viento y acaricien mis manos la ansiedad de tu boca, bésame en la quietud con el beso primero que brotó de tus labios… ¡Que me lleve el recuerdo del amor más sincero! Que contigo, mi amor, he alcanzado la luna y he sabido quién soy, y he sabido quién era… y he sabido vivir la amistad que se teje con amor verdadero.

Aunque Dios decidiese hoy, mi amor, llevarme ya consigo y privar a mis ojos de alcanzar tu mirada… Aunque hoy me augurasen que mi aliento se confunde con un sueño incontenible y se acaba ya mi vida… No por ello, mi amor, dudaría ni un instante de que el tiempo a tu lado me ha llenado por completo, ni cambiaría los segundos que nos dimos por la eterna permanencia.

martes, 8 de febrero de 2011

La respuesta de la colectividad

Ni los jóvenes no se involucran, ni están pasivos. Han sido precisamente (están siendo) los jóvenes egipcios, como antes los tunecinos, quienes hartos de la cadena de la opresión del totalitarismo, han elevado su voz al unísono para reivindicar, para exigir, democracia, libertad, participación.

Ha bastado tan sólo una convocatoria individual a la colectividad a través de internet (esa heramienta que tan bien utilizan todos los jóvenes del mundo y que cada vez más diferencia a las generaciones) para reunir en la Plaza de la Liberación de El Cairo (hermoso nombre del simbolismo que persiguen) a miles y miles de esforzados ciudadanos y ciudadanas que anhelan, con la urgencia del tiempo que se les escapa entre los dedos de las manos, una transición pacífica.

Las dictaduras (de derechas o de izquierdas), los totalitarismos, tienen los días contados. Las transiciones, en la globalidad del momento que nos ocupa, han de ser coherentemente pacíficas. Sin embargo, habrá aún quienes se resistan y ensucien (mucho más de lo que ya las tienen) las manos de la sangre inocente de los pacíficos.

DICTADORES

Hay vidas
que nos cuestan muchas vidas.

Son vidas
que se nutren de soberbia
de daño y de temor.

Son vidas de violencia
en la alborada
y de miedos cada puesta de sol;
de tiros en la nuca
por la espalda
-capaces de las aberraciones
más impensables-;
de muertes en las manos
manchadas de sangre;
de ordeno y mando.

Son vidas
que nos rasgan las entrañas
y nos sacan de quicio
en la libertad más sincera;
que nos llenan de ira
la sonrisa y la palabra,
y nos tornan violentos
sin querer.

Son vidas
que se esconden en el tumulto
-cobardes sin las armas
en las manos-
y que minan pensamientos
y democracias
a golpes.

Son vidas
que no dejan espacios
a su marcha.

¡Hay vidas
que nos cuestan tantas vidas!