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sábado, 12 de marzo de 2011

11-M-2004

Mejor no sentir nada. Sentirme un animal irracional sin sentimientos, que padecer esta angustia insoportable en mis entrañas, que me derrumba en el esencia misma del ser y que me atrapa en la retina y desangra imagen tras imagen en los pasos anónimos que se pierden, uno a uno, la vida en un instante.

Mejor no sentir nada para poder elevar un solo grito al cielo, salvaje, rasgado, profundo, ajado (acaso maullido o llanto) sobre la memoria reciente y sobre el último aliento desconcertado aún de tantos y tantos de nosotros.

Mejor no sentir nada, saberme ajeno a cuanto acontece a mi alrededor; particular y aislado en un espacio único donde sólo exista el paso del tiempo en la distancia de los años, el silencio y una vida por delante donde aprender a cada segundo a descubrir las cosas.

Hubiese sido mejor no sentir nada, que saber que he de vivir todos mis días desde ahora con la impotencia en la primera luz de la persiana y una pesadilla sin límites en el sueño de cada noche. Saberme derrotado de repente, minúsculo y pequeño (acaso nada) herido allí donde el dolor no tiene cura y no es posible que la herida cicatrice ni con el paso del tiempo, ni con un verso de amor y de esperanza entre los labios.

Desde ahora, estoy (estamos) condenados a caminar los instantes con la incertidumbre más incierta en cada paso, con la desconfianza más desconfiada en las miradas, con el temor más temible en cada gesto, con el recuerdo perenne e imborrable cada mañana…

Este golpe imprevisible del destino, ha de hacernos pensar y reencontrarnos. Sabernos todos uno en el dolor de los otros y aspirar cada mañana a hallar juntos, de nuevo, un espacio donde quepa una sonrisa y un poema de luz y de palabras. ¡Que la vida se marcha en cada vuelco y hoy la vida nos llora y se derrama en la grieta profunda que me abarca!

Recapacitemos juntos. Descubramos el mañana. Que este peso que me oprime y que me angustia necesita de ti y de vosotros, necesita de cientos de pupilas que han llorado, necesita muchas noches y alboradas para hacernos de la rabia y de la ira encontrar el abrazo y la palabra.

No es sencillo. Lo sabemos. Habremos de poner en ello el alma. Las vidas anónimas que perecieron cuando el sol dibujaba la alborada para hacernos comprender la realidad más cruel. Ilusiones, proyectos, esperanzas, el amor más sincero en la mirada… Preocupaciones, problemas, sinsabores… la vida misma reflejada en cada uno de los rostros que anhelaban cumplir otro minuto.

La responsabilidad es de todos. Sentémonos y hablemos. Recuperar la esperanza no es difícil, si lo hacemos pensando en el mañana. Tenemos que poner todo el esfuerzo para que este sentimiento que me atrapa nos devuelva el abrazo más sincero, nos hermane de nuevo en la distancia. Este golpe imprevisible de la vida ha de hacernos pensar y reencontrarnos. Sabemos que no es fácil, pero en ello tenemos que poner todos el alma.

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