V
Habíamos perdido la identidad
de ser nosotros mismos,
con nuestros defectos y nuestras virtudes.
Deambulábamos la existencia diaria
en solitario
sin darnos cuenta
ni pararnos a pensar
que todo es un cúmulo de colectividades.
De vez en cuando, sin embargo,
nos era necesario expiar nuestra mente
atormentada
y éramos capaces entonces
de encontrar un instante
que nos llenase de satisfacción.
Teníamos todo para ser felices
y nos faltaba el tiempo.
El televisor, más que acercarnos
nos aislaba poco a poco
y la vida era una pantalla ficticia
en el seno de cada uno de nosotros.
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