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sábado, 23 de abril de 2011

Yo no se escribir de otra manera

Uno acaba, aunque no quiera, escribiendo de sí mismo; transmitiendo mensajes de su propia historia (pasada o reciente), experiencias y preocupaciones, anhelos y pensamientos en el giro de las frases, en la cadencia del discurso, en la configuración de los párrafos o en las metáforas más sinceras.


Sin embargo, intentamos desde la consciencia del que escribe, no despojarnos demasiado de aquello que pueda hacernos vulnerables ante los ojos de otros. Sabedores de que desnudarnos por completo nos deja indefensos del todo (si yo pudiese saber cómo piensan los demás podría adelantarme a sus acciones) buscamos la manera más sutil de ir dejándonos (literalmente) las prendas en entrelíneas sin llegar a quedarnos en cueros vivos e indefensos ante los días y la vida.


Ocurre también muy a menudo que volcamos pensamientos tal como fluyen a la mente sin, acaso, percibir que hablamos de nosotros mismos o de quienes nos rodean con demasiada claridad. Esta acción involuntaria, con toda seguridad que es la más peligrosa. Al no ser perceptores de lo que estamos haciendo, sin querer vamos exponiéndonos y exponiendo a cuantos nos rodean, sin tener conocimiento del daño que pudiésemos acarrearle.


Y además están los que vamos caminando día a día a pecho descubierto, con el corazón encima de la mano latiéndome los versos; sin ocultar ni ocultarme apenas nada, dejándome llevar del sentimiento. Y así voy caminando a través de los días, cuanto más me abro más débil me vuelvo. Debilitado estoy desde hace tiempo. Me expongo como soy, como me expongo pienso; y como si de un cristal se tratase es sencillo leer en mis adentros.


Pero yo no sé escribir de otra manera. Artificial es la vida en su contexto más global. A mí me quedan los instantes para poder ser yo al descubierto, sin mentiras ni circunloquios en las palabras y en las frases que van llenando esta cuartilla.


Uno acaba escribiendo siempre de uno mismo. Es inevitable. Sin embargo, hacerlo de una forma tan directa como yo lo vengo haciendo, ya no sé siquiera si es correcto. Exponerme desnudo ante quien mira, sin saber si su mirada es sincera me hace demasiado vulnerable para aquellos que después pudiesen pretender hacernos daño.


Mas yo no sé escribir de otra manera que no lleve a la pupila del lector mi sentimiento: “es la tarde un arco iris de colores a lo lejos en el rojo bermellón de este deseo”. Engañarme no podría, por eso escribo como pienso.


Aunque uno no quiera, acaba siempre escribiendo de uno mismo. Espero que en estos más de tres años en los que estoy a vuestro lado, amigos lectores, no haberos contado ya mi historia y poder continuar, cada quince días, haciéndolo.

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